Este, junto con el de la foto que encabeza el blog, es uno de mis colgantes favoritos. Aunque lo acabé hace bastante tiempo, lo tenía por montar. Hace un par de semanas me decidí y este fue el resultado:
Lo he bautizado como colgante romano porque es lo primero que me vino a la cabeza cuando lo acabé, y como el blog es mío y el Scattergories también, ¡adjudicado! 😀
En este colgante he empleado un porrón de horas (que al cambio son unas 4 horas sólo poniendo cada adornito; aparte va el acondicionado de la arcilla, la realización de la base, cocerlo, pintarlo, barnizarlo y montarlo); pero ha valido la pena. Este tipo de piezas es el que más me gusta hacer, el que más me relaja. Lo compararía a hacer Zentangles o mandalas: piececita a piececita, repitiendo patrones, hasta que obtienes una pieza grande.
Hace un par de años, cuando vi estos pendientes, quise hacer unos parecidos (la verdad es que, salvo un par de detalles, son iguales), pero no quería hacerlo con esos colores. Estuve bastante tiempo para decidir qué par de colores elegía y al final me decanté por lo que tengo debilidad: arcilla blanca pintada con betún de Judea. Aunque me equivoqué… no era arcilla blanca la que cogí, sino transparente, por lo que cuando la cocí, se quedó una pieza traslúcida con poca gracia. Así que la pinté de blanco y después con betún de Judea, y me sorprendió el resultado: ha quedado incluso mejor de lo que me esperaba.
Las medidas son:
- 3,3 cm de diámetro
- Enganche (2,5 cm), anillas y cadena de acero inoxidable